Una educadora de la vida

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maestra ambulatoria 2

Por Yelenis M. Fernández Rodríguez. Cada mañana Virginia Pérez Llorente llega hasta la casa de la estudiante discapacitada Roxana Moronta González para impartirle clases. Esta adolescente de 16 años es uno de los tres alumnos de esa maestra ambulatoria de la escuela especial Jorge Aleaga Peña de la ciudad de Las Tunas.

Como ella existen, unos 20 educadores, en esa categoría, para la Enseñanza Primaria y Especial, en el municipio cabecera, que llegan hasta los hogares de sus alumnos con necesidades educativas especiales.

Tengo un estudiante en El Cornito, en las afueras de la ciudad, otro en el reparto Aguilera y Roxana en Aeropuerto y estoy muy contenta pues cada curso que pasa siento que aprenden más. Yo siempre traigo mis medios de enseñanza y alguna iniciativa, algo novedoso para incentivar a mis alumnos porque hay veces que por sus características no tienen deseos de estudiar y me gusta motivarlos.

Con mucha paciencia Virginia le enseña a Roxana también poesías, le transmite valores que son necesarios en los seres humanos a pesar de cualquier discapacidad que tengan.

La familia es un apoyo fundamental en este proceso de enseñanza. Roxana tiene tareas que con ayuda de sus familiares debe realizar, en otros horarios, para consolidar lo aprendido. La familia, además, conoce el estado anímico de sus hijos y eso facilita el trabajo, unido al de especialidades como Educación Física, Logopedia y otras.

Virginia tiene 42 años de experiencia y. desde el 2008, por problemas de enfermedad, se incorporó como maestra ambulatoria.

Yo pienso seguir trabajando con estos niños hasta el final porque la vida me demuestra, a diario, que no solo es preciso llevarle la luz del conocimiento, sino también mucho amor.

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